Christer
Strömholm (1918-2002), es el mejor fotógrafo sueco de todo el
siglo XIX y uno de los más olvidados, de manera injusta, del
continente europeo, no tuvo una niñez fácil: su padre, que era
militar, se suicidó en el año 1934. Desde ese momento, el niño fue
cambiando de una escuela a otra, sin encontrar su lugar. Después,
entre los años 1940 y 1945 fue voluntario, primero, y maquis,
después, en las guerras de Rusia contra Finlandia y de Suecia contra
Alemania. Todas las experiencias que vivió en su juventud le
llevaron, de una manera natural, hacia el existencialismo y su cuna,
la ciudad de París. Llegó a la ciudad de las luces, en el año
1946, donde volvió a retomar sus estudios artísticos, siendo muy
frecuente su presencia en los círculos del existencialismo, como el
centro de la vida, y del pensamiento, y formó parte del movimiento
de la fotografía subjetiva, que buscaba la libertad de movimientos
formales, para cada fotógrafo. En el año 1956, algo marcó su vida:
decidió alquilar un apartamento en la zona de la Place Blanche, que
estaba en el centro del distrito rojo de París, un lugar único. El
Moulin rouge era un imán, que lograba atraer a los noctámbulos, que
estaban buscando sexo, a cambio de dinero o de alcohol, simplemente.
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